Raúl Montero Quispe is a professional photographer and graphic designer in Cuzco who has studied History at the National University of San Antonio Abad of Cuzco. He worked for more than five years as collections photographer for the Archbishopric of Cuzco. He has won various awards for his photography. His work has been included in numerous research publications about Peruvian material and immaterial cultural heritage. He is currently Digital Content Developer for MAVCOR.
Declaración de un artista acompañando el proyecto fotográfico Qoyllur rit'i: El Señor de la Estrella de Nieve. English version available here.
La festividad del Señor de Qoyllur rit’i, “El señor de la estrella de nieve” en quechua, es una importante peregrinación al santuario del mismo nombre, ubicado a los pies del nevado del Sinakara -a más de 4600 msnm- en la región del Cusco. Entre los meses de junio a mayo de todos los años, dependiendo de la fecha de la cuaresma, congrega a miles de personas de las más remotas regiones de los Andes del sur peruano. En un acto de devoción y fe, estos peregrinos desafían grandes altitudes y temperaturas extremas en un camino ascendente de más de ocho kilómetros.
El origen de la festividad posiblemente se remonte a tiempos precolombinos, pero es con la presencia hispana cuando adquiere la forma y dimensiones que conocemos hoy en día. En una fusión sincrética, ritos ancestrales convergen y muchas veces se solapan con la tradición cristiana alrededor de la imagen de un Cristo crucificado pintada en la roca. La fiesta y el santuario fueron declarados Patrimonio Cultural de la Nación en 2004 por el Estado Peruano, y la UNESCO incluyó la peregrinación como Patrimonio Cultural Inmaterial de la Humanidad en 2011.
La primera vez que fui al santuario fue en 2001, cuando no existía la carretera pavimentada que hoy une a la región del Cusco con la selva peruana. El recuerdo que tengo es de un largo, frío y polvoriento viaje en camión junto a un grupo de danzarines, quienes cantaron en quechua y español durante todo el camino. La excursión había sido organizada por un colegio católico del que yo formaba parte, y no entendí mucho de lo que pasaba. Visité el santuario por segunda vez en 2006, junto a familiares devotos, pero en esa ocasión lo hice días después de la fiesta central. Me llamó la atención encontrar la ruta y el santuario prácticamente vacíos, lo que además me dio la oportunidad de acercarme por primera vez a la roca milagrosa. Y a partir de ahí hasta el 2018, volví al santuario en diversas ocasiones, cada una de las cuales me dejó fascinado por el espectáculo, los ritos y todo lo que rodeaba a una festividad que apenas comenzaba a entender.
En 2012 empecé a hacer un registro gráfico que poco a poco se convirtió en un proyecto fotográfico. Mi interés por el trasfondo de la fiesta creció, y busqué indagar más allá de lo que mis creencias católicas me habían enseñado. Al intentar comprender este mundo sincrético, la fotografía me permitió plasmar y narrar lo que veía.
Mi última visita al santuario y la culminación de mi proyecto fotográfico llegaron el año 2018, cuando viajé dentro de la hermandad comparsa de los “Hermanos Qapac Qolla del Cusco”.1 A diferencia de las ocasiones anteriores, pude experimentar tres días de peregrinación junto a ellos, como uno más de la hermandad. Este texto acompaña precisamente las fotografías que tomé en aquel momento, a las que quiero dar una voz escrita para transmitir aquello que comprendí y aprendí en mis constantes visitas al Santuario del Señor de Qoyllur rit’i.
- 1Una comparsa es un grupo de danzarines que visten con trajes regionales y bailan devocionalmente ante una advocación andina.
Origen de la tradición
Como se conoce hoy en día, a la peregrinación se remonta a un relato milagroso que suelen contar los peregrinos más antiguos a los nuevos. Está basado en narraciones orales de mediados del siglo XX, y la fuente más antigua conocida ubica el milagro entre 1780 a 1783.1 La historia gira en torno a Marianito Mayta, hijo pequeño de un pastor de Mahuayani, pueblo cercano a la ubicación actual del santuario de Qoyllur rit'i y el punto de partida para la peregrinación moderna. A este muchacho se le habría aparecido un misterioso niño “blanco”, con el que se puso a jugar y a pastorear en el valle del Sinakara. Tras varios días, y ante la curiosidad de Marianito por la vestidura de su amigo, que no envejecía ni se ensuciaba, el niño misterioso apareció con los trajes raídos y rotos. Marianito se dirigió a la ciudad del Cusco para reparar la ropa de su amigo, pero allí descubrió que el tejido con el que estaba hecho era de uso exclusivo de los obispos. Por lo que, según cuenta la relato, buscó al obispo Juan Manuel Moscoso y Peralta (1723-1811), para rogarle que le proporcionase la tela para la túnica su amigo. Su solicitud llamó la atención del prelado, quien, después de aceptar la petición del niño, envió una carta al párroco del pueblo vecino de Ocongate para averiguar sobre el asunto.
De acuerdo a las fuentes, el párroco de Ocongate convenció a Marianito para que lo llevase a conocer a su amigo. Al llegar al valle el 12 de junio de 1783, el religioso atinó a ver un niño vestido con una túnica que apacentaba el rebaño. Sin embargo, cuando trató de acercarse, el infante empezó a proyectar una luz radiante que le ofuscó y le obligó a desistir en su cometido. Pocos días después, ahora acompañado por las autoridades comunales, volvió al lugar e intento acercase nuevamente al misterioso niño, el que una vez más proyectó la luz radiante. Pero en esta ocasión el párroco no desistió en su intento de atrapar al niño, por lo que éste se ocultó en un gran peñasco al ser perseguido. Cuando llegaron al peñasco, el párroco y su comitiva descubrieron que la luz y el niño habían desaparecido, y en su lugar hallaron, en un arbusto de “tayanka”, la figura de un Cristo crucificado con sangre en sus llagas.2 Por la conmoción de lo ocurrido, según el relato, Marianito murió en el acto y fue enterrado a los pies de la roca. El párroco mandó cortar la imagen formada en el madero del arbusto, para luego enviarla a la iglesia de Tayankani.3 Alrededor del peñasco se construyó una capilla, en la que según el milagro, también se plasmó la imagen del Cristo crucificado, que fue posteriormente “aclarada” por un artista cusqueño, a pedido del párroco. Y mientras se difundía las noticias de la milagrosa aparición de la imagen, se iniciaron las primeras peregrinaciones. Esta capilla se convertiría en lo que hoy conocemos como el Templo del Señor de Qoyllur rit’i, lugar santo y principal de la peregrinación.
- 1Imelda Vega-Centeno B., “Relatos sobre el origen de los cultos del período interequinoccial en la región del Cuzco”, Revista andina, no. 47 (2018): 83-115.
- 2Baccharis buxifoli. Un tipo de arbusto que crece en la región andina a partir de los 3500 msnm. Es usado mayormente como leña por los habitantes de esta región.
- 3En el templo de Tayankani, cerca de la ciudad de Ocongate, y que además es punto de partida de la “Procesión de las 24 horas”, se halla una talla de un Cristo crucificado. Según los fieles, esta imagen es copia del original encontrado por el párroco. El relato dice que el obispo envío la imagen del Cristo encontrado en el arbusto de tayanka a España a un rey generalmente identificado (anacrónicamente) como Carlos V con el fin de verificar el milagro, pero que la imagen nunca fue devuelta, por lo que se mandó hacer una copia para el templo. El nombre del templo en quechua, Tayankani, significa “Soy de tayanka”.
Como muchos de los espacios sagrados de los Andes, el santuario se encuentra cerca a uno de los Apus o montañas sagradas de la ciudad del Cusco: el Ausangate. El templo se ubica a 4700 msnm, en un angosto valle glaciar a los pies del nevado del Sinakara. De la antigua edificación no queda nada. La roca de la aparición hoy está resguardada por un templo de cemento con techo de calaminas. A los pies del templo, una enorme escalinata lleva a un atrio de dimensiones generosas, donde distintas comparsas o grupos de danzarines, bailan día y noche durante los tres días que dura la celebración. En los alrededores del valle se instalan carpas de plásticos para pernoctar. Pero la mayoría de los peregrinos prefieren hacerlo al aire libre, envueltos en bolsas de dormir o en mantas tradicionales de la región, al igual que las generaciones que les precedieron. En la entrada del santuario y en la parte baja del templo se instalan los comerciantes. Sus tiendas de plásticos multicolores ofrecen todo tipo de objetos religiosos junto a las “alasitas”, objetos en miniatura cuya finalidad ritual es convertir los deseos en realidad. También es posible encontrar carpas en donde se venden todo tipo de alimentos y bebidas, a excepción de aquellas que contenga alcohol, que por lo menos no se ofrece de manera pública.
Existen dos rutas de peregrinaje. La primera, y probablemente la que aún conserve rasgos prehispánicos, es la llamada “Procesión de las 24 horas”. Ella parte del templo Tayankani, en Ocongate, por un camino de quebradas y altiplanos donde, según Constanza Ceruti, el sincretismo de los ritos en puntos específicos de la geografía es muy evidente.1 Y la segunda ruta, más corta y más usada hoy en día, parte del pueblo de Mahuayani. Esta vía, que fue la que seguí en todas mis visitas al santuario, es una calzada ascendente de más de 8 kilómetros de largo, divida por un vía crucis de catorce paradas, que son usadas como puntos de descanso y oración. La ruta es angosta al inicio y luego se ensancha en el valle, siguiendo el sinuoso recorrido del riachuelo que nace del nevado. Se puede hacer a pie o caballo, aunque en mi último viaje pude observar que los caballos están siendo remplazado por motocicletas. A los dos puntos de partida se puede llegar en buses y camiones desde la ciudad del Cuzco, en un recorrido de 150 kilómetros que dura entre cinco y seis horas por la carretera interoceánica, la cual une a la región del Cuzco con la selva peruana.
- 1María Constanza Ceruti, “Qoyllur Riti: etnografia de un peregrinaje ritual de raiz incaica por las altas montañas del Sur de Peru”, Scripta Ethnologica 29 (2007): 9-35.
Los Peregrinos
La procedencia de los peregrinos es muy diversa, pero en su mayoría son indígenas quechuas y mestizos oriundos de los valles de la región del Cuzco. También participan pobladores aimaras procedentes de la cuenca del lago Titicaca, así como de residentes de la ciudad de Lima. Últimamente es frecuente ver a peregrinos de Argentina, Chile y Bolivia, a los que se suman algunos europeos y norteamericanos, interesados por los viajes de aventura y el turismo “místico” que se ofrecen en paquetes turísticos en la ciudad del Cusco.
La gran mayoría de los peregrinos integra alguna comparsa, que puede ser pequeña o grande, y esta a su vez forman parte de una de las ocho “naciones” del señor de Qoyllur rit’i. El término nación hace referencia a la agrupación de comparsas que representa a una de las regiones del Cusco. Por ejemplo, la Comparsa “Hermanos Qhapaq Qolla del Cusco”, pertenecen a la nación Tahuantisuyo, representante de la ciudad del Cusco. Cada comparsa tiene un “carguyoq”, llamado “mayordomo” en español. Este es el anfitrión y encargado de organizar todos los preparativos para la peregrinación, lo que incluye la estadía y comodidades de los peregrinos durante toda la festividad. Los “carguyoq” cubren los gastos que demanda la peregrinación como un gesto devoto u ofrenda para conseguir el favor divino. Suelen marchar al frente de sus respectivos grupos llevando el “apuyaya,” una especie de reliquia con la imagen del Señor del Qoyllur rit’i. La elección de los “carguyoc” es anual, y se realiza entre los hermanos más pudientes, en una ceremonia muy solemne a los pies del Sinakara. Además, cada comparsa tiene un “quimichu” o guardián de las tradiciones. En la comparsa que acompañé en 2018, nuestro quimichu fue el encargado de hacer las paradas y ofrendas en el camino. Una de ellas consistió en llevar una roca de una a otra estación del vía crucis, hasta llegar a “Cruzpata”. El tamaño de la piedra debía ser proporcional a la gravedad de nuestros pecados. Cruzpata es la última estación del vía crucis, pero también un lugar muy emotivo porque desde ahí se puede ver el santuario.
Los peregrinos poseen un origen social muy diverso, aunque la mayoría son campesinos, comerciantes y emprendedores de la clase baja y media. Tal es el caso de la Comparsa “Hermanos Qhapaq Qolla del Cusco”, cuyos integrantes son, en su mayoría, comerciantes de la ciudad del Cusco.1 Es fácil reconocerlos, porque -a diferencia de los peregrinos espontáneos o los llamados “visitantes”- visten trajes tradicionales de sus regiones. Ellos ascienden la ruta cargando a sus espaldas todo lo necesario para los tres días de la celebración, como mantas, víveres y leña. Yo ayude llevando unos trozos de leña.
- 1El nombre su comparsa también hace alusión a su actividad, porque en la tradición andina los Qhapac Qolla, son los comerciantes del altiplano.
Desarrollo del rito en el espacio sagrado
Al igual que todos los peregrinos que arriban al santuario, lo primero que hicimos al llegar, incluso antes de instalarnos, fue visitar el templo y rendir culto al Cristo crucificado de la roca con unos breves cánticos y bailes. Éste fue el preámbulo de tres días continuos de celebración, entre las invocaciones al Cristo de la nieve brillante, los “pagos” u ofrendas a los Apus, las reverencias a la roca sagrada de la iglesia y las procesiones a la pequeña capilla de la virgen María. Todos estos rituales son acompañados por los incesantes bailes de las comparsas de las distintas naciones.
Uno de los ritos que posiblemente aún guarde relación con el culto solar se efectúa al amanecer, cuando las hermandades forman hileras esperando la salida del sol.1 El “quimichu,” guardián de las tradiciones, levanta los brazos en dirección al este mientras realiza unas plegarias en quechua y en español, mezcla de rezos cristianos y peticiones a los Apus. Mientras tanto, los demás integrantes de la comparsa se arrodillan en señal de respeto. Este acto suele acompañarse por el sonido de “pututos” o conchas marinas de gran tamaño usadas como trompetas. La comparsa en la que participé era pequeña, y en su ceremonia no se usaron pututos, pero sí se escuchaban las trompetas andinas de las otras comparsas. Tras lo anterior, realizamos una pausa larga en respeto por los que “ya no están entre nosotros,” para luego desearnos mutuamente el “Wataskama” o el “hasta el próximo año.”
- 1Para los incas el sol era una de sus deidades principales, a los que dedicaban celebraciones rituales principalmente por estas fechas que coinciden con el equinoccio de invierno en el hemisferio sur.
Cuando el sol comienza a irradiar, empiezan las interminables danzas y procesiones a numerosos lugares religiosos esparcidos en el espacio sagrado, como cruces, nichos, altares o lugares que alojen algún objeto de devoción. Pero el lugar principal de culto es el templo, donde las comparsas se turnan para desfilar y bailar frente a la imagen sagrada de la roca. Por lo que observé y luego confirmé, la danza es la forma de devoción principal que ofrecen los peregrinos, donde los azotes rituales y el cansancio son también parte de la ofrenda.1 Patrón que también se repite en otras devociones cristianas de los Andes.
- 1Ceruti, “Qoyllur Riti”.
El espacio sagrado del Señor de Qoyllur rit’i también es el escenario de las ofrendas o “pagos” que se realizan a los Apus o espíritus de la montaña. Dentro de la cosmovisión andina, la naturaleza y los runas o los hombres son complementarios y juntos constituyen un todo. Entidades como la “Pachamama” (madre tierra) son consideradas como entes vivos que tienen alma y espíritu, de manera que el hombre andino no domina el entorno natural, sino que convive y coexiste con él. Con este rito del “pago” se devuelve de manera simbólica todo lo que el hombre ha producido con la naturaleza, en un acto de reciprocidad, a la vez que se invoca la bendición para las cosechas venideras.
Uno de los momentos culminantes de estas celebraciones tiene lugar cuando los “ukukus” ascienden al nevado. Estos personajes se caracterizan por vestir túnicas negras de lana muy abrigadoras con grandes flecos y un “waqollo” o pasamontaña en la cabeza que asemejan a los rostros de los osos. Allí realizan ceremonias a la montaña, así como ritos de iniciación que consisten en la flagelación con azotes de los nuevos integrantes. Hasta 2001, los ukukus retornaban del nevado cargados de enormes bloques de hielo que eran ofrendados y bendecidos en el templo, para luego ser llevados a sus comunidades y regar con esta agua bendita sus campos y animales. Pero debido al calentamiento global, la Hermandad del Señor de Qoyllur rit’i prohibió aquel rito. Ahora sólo se bajan pequeñas botellas con agua del hielo. A nivel simbólico, los ukukus son los mediadores entre los hombres y el mundo sagrado de las altas cumbres montañosas.
Entre los ritos que acompañan las celebraciones está la compra y venta ficticia y lúdica de la “alasitas” en “Pukllanapata” o lugar de juego, muy cercano a la capilla de la Virgen, así como la recolección de cera de las velas del Cristo a modo de reliquias. La festividad termina con una gran misa de bendición, para luego retornar al Cusco y unirse a la gran festividad del Corpus Christi cusqueño.
Perspectiva del fotógrafo
Como fotógrafo, me gusta presentar mi trabajo a color, pero decidí concretar mi proyecto final en blanco y negro. Este se exhibió en 2020-2021, como parte de la exposición “Religion in the Andes”, en el Institute of Sacred Music, de la Universidad de Yale. La fotografía en blanco y negro otorga una expresividad muy particular a las imágenes, pero mi intención también fue que el espectador concentrase la mirada en la intensa religiosidad de la fiesta. Se trata de transmitir la atmosfera sagrada que emana del lugar y de todo lo que rodea a esta festividad. En mi opinión, el despliegue de colores que caracteriza al peregrinaje puede hacer olvidar algo más importante. Es decir, aquella devoción por la que, cada año, miles de personas de las más diversas regiones de los Andes desafían grandes altitudes y temperaturas extremas, en una peregrinación excepcional como los paisajes que le sirve de telón
A través de este proyecto fotográfico, así como del texto que ahora lo acompaña, también busco dejar un testimonio de una realidad específica, del momento en que fui parte de ella, y de sus pequeñas evoluciones. En resumen, espero poder dar cuenta de aquello que comprendí y aprendí en estos más de diez años de ir al Santuario del Señor de Qoyllur rit’i.
Notes
Keywords
Imprint
10.22332/mav.con.2021.2
1. Raúl Montero Quispe, "Qoyllur rit’i: El señor de la Estrella de Nieve," Constellation, MAVCOR Journal 5, no. 2 (2021), doi: 10.22332/mav.con.2021.2
Montero Quispe, Raúl. "Qoyllur rit’i: El señor de la Estrella de Nieve." Constellation. MAVCOR Journal 5, no. 2 (2021), doi: 10.22332/mav.con.2021.2